Observo con admiración y también con realismo el momento que vive nuestra industria. Hoy enfrentamos grandes desafíos: el consumo de vino disminuye a nivel mundial y la competencia entre orígenes es cada vez más intensa. Sin embargo, también vemos surgir proyectos que inspiran y esperanza. La innovación, la búsqueda de nuevas expresiones y el rescate de cepas patrimoniales están trazando un camino que conecta con lo más auténtico de nuestro país. Chile tiene la capacidad de mostrar al mundo su diversidad y su riqueza enológica y, en ese proceso, quienes estamos cerca de los productores sabemos que cada vendimia es, al mismo tiempo, una oportunidad de resiliencia y de creatividad. Esa es la verdadera fuerza de nuestra vitivinicultura”.
Sofía Le Foulon. Directora de Desarrollo Catad’Or y editora guía Alistair Cooper MW by Catad’Or.
											Hoy el tema es el dinamismo en el mundo del vino. Hace diez años la industria, no solo en Chile, era más tradicional y actualmente es mucho más cambiante. En cinco años hemos visto la tendencia de los vinos rosados, de los naranjos y los espumantes, para sumar los sin o bajos en alcohol. Ahora no has terminado de adaptarte a una moda y ya nació otra, lo que puede ser muy estimulante o frustrante, porque es muy desgastante estar constantemente cambiando, pero una empresa que quiera ir a la vanguardia es lo que tiene que hacer. El tema en Chile es que no todos los actores están a la cacería y, quizás, hoy eso sea necesario. Una ventaja que tiene Chile en adoptar tendencias es que, para bien o para mal, sus Denominación de Origen [D.O.] son súper laxas y te permiten hacer, básicamente, lo que te dé la gana. Lo que no ocurre con los otros tres referentes del mundo. Chile es el cuarto principal productor después de España, Francia e Italia, los que tienen D.O. que, si bien, es una forma de poner en valor sus productos y tradición, también es algo que les dificulta un poco al adaptar tendencias. En esto también podemos incluir los medios de comunicación. Antes existían pocos canales informativos y hoy están las redes, YouTube, los podcast y más herramientas por las cuales una persona puede ser referente en el mundo del vino. Esto ha abierto voces y, para mí, las beneficiadas hemos sido las mujeres porque, querámoslo o no, los medios tradicionales han sido más clásicos y, por tanto, siempre han favorecido las voces masculinas. Creo que esto también está ligado al dinamismo de la industria del vino. Ahora, el gran desafío es estar arriba de la ola”.
Carla Urrunaga, más conocida como Chez Carlita. Comunicadora y educadora de vinos. Su sitio Chezcarlita.com
											Me parece que la escena del vino chileno actual está en un buen momento a pesar que las cifras muestran que hay una baja significativa en el consumo a nivel mundial. Además, ha logrado tener más madurez como país vinícola, y hay mayor conocimiento de territorios, de cepas, de estilos de vinos. Para mí, Chile puede decir que hoy tiene una identidad como país productor. Creo que ahora el desafío es acercar el vino a la gente, conquistar nuevos paladares conectando con todo lo que el vino significa: patrimonio, campo, geografía, cultura, folclor, aromas y sabores”.
Katherine Hidalgo. Enóloga y socia fundadora de Bocanariz, Chipe Libre y Diablo.
											No lo pongo en duda, es el momento más complejo en el mundo del vino que me ha tocado vivir en los 25 años de trabajo sumergida en él. Quienes llevan mucho más de medio siglo no niegan la gravedad, aunque creen que es cíclico. Eso me hace ver luz al final de un túnel que se alarga y estrecha con la baja del consumo a nivel mundial, la recesión en China y los aranceles en Estados Unidos. No estamos solos: la crisis es mundial y es una tormenta perfecta. Y como en toda crisis surgen las oportunidades. Un productor pequeño que vio sus viñedos quemarse y, luego ya recuperados, inundarse, me decía: ‘si hacemos algo diferente lograremos grandes cambios’. Él puso el foco en el enoturismo y tiene un proyecto colectivo para darle valor a todo un territorio abandonado. Como él, muchas bodegas que apostaron al enoturismo ahora están salvándose de la crisis. Otras, están formando alianzas para vender sus vinos, cosa que jamás hubieran imaginado. En ambos casos, destacan el valor de lo hecho a mano, en familia y siendo respetuosos con el ambiente; con su patrimonio histórico-cultural de fondo. Esta mirada opuesta a lo industrial y con viñedos que son monocultivos; este nuevo enfoque de valor en lo pequeño; será tal vez el que sobreviva a la teoría de que hoy se compran de menos vinos, pero mejores. Me pregunto si no será que no necesitamos realmente tantos viñedos. El último Catastro SAG, 2024, nos dice que hoy tenemos 116.961 hectáreas de vides para vino, versus las 141.918 del 2015. Por algo será. Lo que sí estoy segura es que siempre dentro del marco de beber con moderación y junto con las comidas es que no, y soy enfática, necesitamos vinos baratos con sabor a frambuesa o chocolate, dulces y llenos de químicos, que responden a la adicción del azúcar en la que estamos sumergidos. Pronto, no me cabe duda, veremos políticas de Estado más severas para luchar con ello. La crisis, si me lo preguntan, no es del vino, es por la adicción al azúcar de rápido consumo y todo lo que con ella ya se desencadena”.
Mariana Martínez. Creadora y editora de WiP y autora del glosario Vitivinícola El Vino de la A a la Z. Miembro del Círculo de Cronistas Gastronómicos y del Vino de Chile, Asociación de Mujeres del Vino Chile [MUV], Cofradía del Mérito Vitivinícola de Chile y Asociación de Sommeliers de Chile.
											Son varias las aristas a tratar. Por un lado vemos cómo a nivel de la agricultura los productores han ido modificando y mejorando prácticas acercándose a conceptos como lo regenerativo, orgánico, sustentable, etc. Incluso, las viñas grandes están con esta consigna que creo es el camino para producir vinos más sanos, aunque todavía en Chile se sigue usando mucho glifosato. A modo de la industria, sigo observando cómo la contienda es desigual. Hoy podemos ver en restaurantes y tiendas de vinos etiquetas y productores nuevos, pero, como en todas las cosas, las voces hegemónicas intentan silenciar las más débiles. Los pequeños productores deben hacer un tremendo esfuerzo y trabajo para poder estar presente en estos espacios. Además, aún falta mucha educación al respecto. También es un desafío cambiar el gusto del chileno para atreverse a probar cosas nuevas. Pienso que cuando en este país se considere el vino como un alimento y como parte de nuestro patrimonio alimentario se dará un cambio radical para mejorar, en tantos sentidos, nuestra relación con el vino; entender que es parte de nuestra historia, que está presente en la mayoría de nuestros paisajes campesinos, desde donde se construye nuestra identidad como chilenos. El vino es un elemento cultural. Pero vamos avanzando .Todavía hay quiénes velan por hacer esta resistencia, la contracultura del vino, educar y abrir espacios para ampliar nuestro conocimiento vitivinícola”.
Rocío Alvarado. Sommelier profesional de la Escuela de Sommeliers de Chile e Historiadora del Arte de la Universidad de Chile. Se ha especializado en la investigación de métodos de producción y cepas patrimoniales del vino chileno. Ha trabajado como jefa de operaciones de la Cava del Sommelier, sommelier de Cora Bistró y en la reapertura de 99 Restaurante.
											Chile ya probó que sabe hacer vinos extraordinarios. Lo que falta no está en la calidad —eso lo tenemos—, sino en cómo contamos nuestra historia al mundo. Necesitamos una institución que agrupe a todas las viñas bajo un mismo paraguas, sin importar tamaño ni origen, y que nos ayude a proyectar una imagen país fuerte, alegre y con metas claras. Afuera ya no basta con decir que somos ‘buenos, bonitos y baratos’. El consumidor quiere identidad, cultura y verdad en cada botella. Aquí la Marca Chile es fundamental. No podemos perder de vista que representamos más que a una industria: somos embajadores de nuestro país y trabajar por ese bien común debería ser la meta que nos una. En tiempos donde tantas veces parece olvidarse la idea de comunidad, el vino tiene la oportunidad de recordarnos que juntos llegamos más lejos. Chile tiene solidaridad, creatividad y la garra que nos levanta en los momentos difíciles; y cuando uno siente pasión por lo que hace no puede dejar de movilizarse por ese sentimiento. Esa energía es la que debemos transformar en un relato común, donde cada viña sea parte de una voz colectiva que muestre la diversidad de nuestros valles y la riqueza de nuestra gente”.
Andrea Jure, enóloga y fundadora de Mujer Andina Wines.
IMG + TXT ©️ / Septiembre 2025