Las uvas brillan mientras el sol se pone en la toscana italiana. Las parras que cubren las colinas de Candia, en la provincia de Massa y Carrrara, en la región de la Toscana, crecen con un verdor intenso de cara al mar Tirreno. Este bello contraste con la ciudad vecina a la playa que se va empinando por las lomas es lo que se puede apreciar desde la viña Lorieri, de la Azienda Podere Scurtarola.
Aquí, la naturaleza manda, siendo Dios el principal responsable de todo. Eso es lo que dice Pierpaolo Lorieri, el dueño y responsable por cuarta generación de este proyecto, al momento de explicar cómo nacen sus etiquetas. Es enfático al decir que él interviene lo mínimo, pues deja que los ciclos sigan su curso y las uvas crezcan de acuerdo a las condiciones que se dan cada año.

Así es como Lorieri produce vinos naturales, sin preservantes y fertilizantes, ya sean químicos u orgánicos, dado que lo único que realiza es un ligero corte de hierba. Ahora, si alguna planta presenta cierto problema, el equipo se encarga de hacerle un tratamiento especial.
“Tú no puedes cambiar la naturaleza. Pienso que el error del bionamismo es querer aplicar las mismas reglas en todo el mundo y no se puede porque cada lugar es diverso. Yo voy controlando el sistema”, revela Pierpaolo con una mirada profunda y una voz decidida que da cuenta de que él es consciente que la calidad nace desde la tierra, incluso antes de entrar en la bodega.

Por la filosofía de esta viña, las uvas, que crecen en una pendiente pronunciada, son recolectadas a mano por un personal calificado que no sólo va midiendo la calidad del grano sino que también es el encargado de detectar cuando es necesario intervenir en la producción. Antes, toda esta carga era transportada por las personas en sus espaldas, quienes debían llevar un cesto de 50 kilos. Hoy, en cambio, esto se hace con la ayuda de asnos, los que además contribuyen con el proceso de fertilización y poda de las cinco hectáreas de la viña, donde crecen otras variedades de plantas que ayudan a la protección de la vid.
Luego de la recolección, las uvas son presionadas por un mes y para su fermentación se utilizan seis tipos de levaduras naturales, una diferente para cada vino. Las barricas son de roble francés e italiano, de variados usos, y todo los años es posible que agregue una nueva.

☆ LOS VINOS
De todo este trabajo nacen siete etiquetas: Vernero – Vermentino Nero, Vermentino Bianco, Gotas de Piedra, Luces del Atardecer, Scurtarola Roja, Federico 1 – El Marchito y Scurtarola Brut.
Entonces, ¿cómo son los vinos de Lorieri? Rústicos y con personalidad, con una marcada presencia de la fruta y el terruño que demuestran un buen balance en nariz y en boca.
Gotas de Piedra es el primer vino de la familia y su nombre hace alusión a todo el sudor que viene de la piedra, del que cada año se producen unas cinco mil botellas. Nace de la mezcla de 75% vermentino, 10% trebbiano, 10% albarola y 5% malvasia, por lo que presenta un encantador amarillo dorado. Se trata de un vino natural, no filtrado, de un prensado ligero, una fermentación larga en sus propias levaduras y una crianza de seis meses en barricas de roble y otros tres en botella. La versión del 2018 tiene una nariz profunda, bastante frutosa y algo floral, que en boca presenta cuerpo y una uva protagonista que revela algo de su terroir.

Similar espíritu tiene el Vermentino Nero, que comenzaron a trabajar en 1989 y que sólo se elabora en esta zona, Apuano, ya que el 2010 se le adjudicó la Denominación de Origen Controlada, detalla Pierpaolo. De estas uvas, olvidadas por los improvisados viticultores de posguerra, salen unas dos mil botellas. Acá, narra su creador, la vinificación es simple, casi académica, ya que se trata de bajos rendimientos por hectáreas, concentración máxima, maceraciones prolongadas, larga estancia en barrica, control sensorial continuo, embotellado y envejecimiento en botella. La versión del 2011 evidencia un aroma envolvente, en el que se entrelazan el campo, la fruta y un toque floral, algo que también se percibe en boca, junto con su espíritu jugoso y vibrante, pero siempre elegante.
En tanto, el blanco, del que salen unas tres mil botellas luego de haber estado 12 meses en barrica -un recurso que nadie habría pensado usar para esta cepa-, tiene un carácter especial, pues al primer sorbo te remece con su acidez y toque mineral.
Por su parte, el Brut, que es elaborado con método clásico, está hecho con 80% de Vermentino y 20% Chardonnay, y cuenta con 36 meses de fermentación en botella. Su producción es de unas tres mil botellas y la versión del 2015 tiene un fino perlaje, elegantes aromas y una cremosidad que bien podría recordar una champagne. Un verdadero deleite.

Todos cuentan con una producción bastante limitada y se pueden comprar en algunas tiendas especializadas o por venta directa a través de la página web de la viña. Además, se pueden encontrar en algunos restaurantes de la ciudad y en el extranjero. Además, está la posibilidad de disfrutar de la experiencia en la misma casona de la viña, que data de 1885, con un delicado menú con recetas de la zona a cargo de la esposa de Pierpaolo, experiencia que es acompañada de otros productos de la familia, producidos por sus hijos, como la miel y diversos destilados, tales como un tremendo limoncello casero.
Pero hay más, ya que también está la opción de degustarlos en una bodega de mármol de la empresa GMC Spa, específicamente en la Cava Capraia, que se encuentra en el corazón de los Alpes Apuane, en la misma Toscana, pero a unos 2.000 metros del nivel del mar. Visitar este lugar, junto a los vinos de viña Lorieri, es toda una experiencia no sólo porque se trata de un lugar único, sino porque se pueden apreciar los diversos colores que presenta el mármol mientras se aprende de su historia.
☆ EL MUSEO DE LA UVA
La pasión de Pierpaolo por las uvas y el vino va más allá de su producción, ya que ha decidido crear una especie de Museo de la Uva junto a Paolo Storchi.
Fue en 1996 cuando comenzaron a recolectar vides exclusivamente nativas de la Toscana y crearon esta especie de laboratorio o campo de Conservación de Germoplasma, donde hay más de 50 variedades, de las cuales cerca de 40 son de la provincia Massa Carrara, algunas con ADN desconocido. Todas se han agregado a una base de datos y son reconocidas por una etiqueta con código CRQ.

Para poner todo en perspectiva, Pierpaolo explica que en el mundo hay unas 10.000 variedades, mientras que en Italia unas 4.700 y, específicamente en la Toscana, entre 350 y 400.
“En la Toscana el 80% del vino se hace con una sola variedad predominando el Sangiovese. Estoy tratando de buscar algo nuevo, distinto, una variedad que aún no han bautizado. Las busco caminando y cuando las encuentro, lo sé”, confiesa este hombre de 40 años de estudio, que posee un amor profundo por su tierra y su trabajo, lo que se refleja en esa mirada que se pierde entre las parras y el mar mientras se asoma la luna sobre la Toscana y el silencio se apropia de todo. ☆ LO.
📍#MassayCarrrara #Toscana #Italia
* Nota publicada en 2019 para el sitio AndesWine.
IMG + TXT ©️ / Visitado en 2019