Primero un crunch. Luego aparece el suave relleno de los clásicos Pastéis de Belém, los que son un reflejo de la antigua pastelería portuguesa, dado que su receta no se ha alterado desde su creación, en 1837.
Es más, existe un aura de misterio en torno a ella, dado que la fórmula y el cómo se elabora es confidencial y es transmitida solo a los encargados de su producción, los maestros pasteleros, quienes los fabrican de modo artesanal en el lugar que es denominado como Taller del Secreto.
La historia de estos pasteles se remonta a inicio del siglo XIX, en Belém, un distrito de Lisboa, la capital de Portugal. Como consecuencia de la Revolución Liberal de 1820 todos los conventos del país se cerraron en 1834, expulsando a los trabajadores y el clero. Fue en ese contexto, y como una medida de supervivencia, que alguien del Monasterio de los Dos Jerónimo de Santa María puso a la venta en una pequeña tienda de comercio variado, que funcionaba en una refinería de caña de azúcar cercana, unos pasteles llamados Pastéis de Belém.

En aquella época, Belém quedaba lejos de la ciudad de Lisboa y como se sitúa en una zona costera, el recorrido era asegurado por los barcos a vapor que llegaban a esa zona. Sin embargo, la imponencia del Monasterio de los Dos Jerónimos y la Torre de Belém, uno de los principales atractivos también en la actualidad, atraían a los visitantes, quienes saboreaban los pasteles originarios del monasterio.
A tal punto llegó la popularidad y demanda de estas delicias que en 1837 se dio inicio a la fabricación de los Pastéis de Belém en las instalaciones anexas a la refinería de acuerdo a la receta original del monasterio. Desde sus inicios hasta hoy la elaboración se realiza bajo una exigente elección de ingredientes para mantenerse fiel a sus sabores. ☆ Lo.
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